Vacía,
vacía como nunca antes,
vacía como quien dice que no volverá a sentir nada.
Vacía y finita,
finita sin remedio y vacía para los demás.
Pero vacía sencillamente,
un alma hueca y agujereada,
sin nada más allá de una mirada amarga.
Vacía,
pero vacía como cuando le dijiste que no volverías,
y finita,
pero finita como un cigarrillo en una boca que se
apaga.
Pequeña y desangrada,
libre de toda cadena y de toda puerta abierta,
pues ella ya no volverá a ser suya ni de nadie,
ya no caminará hacia atrás en el tiempo,
ni volverá a dejar de sentir nada,
ni la nada será nunca su lugar.
Porque ella, fantasma, ya no es ni será,
porque su vida desaprendida es como la calma que se
va,
como aquello que si bien fluye ya no está,
como el pretender volar sin alas o el viajar
hacia ningún lugar.
Es, para ella, un vacío que perdura sin ningún
espacio ni tiempo,
Sólo con el ancla en el recuerdo.
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